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La vuelta al mundo en más de 80 días.

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Viajar y descubrir el mundo. Es lo que pretendemos hacer en 353 días y a través de una quincena de países. Este blog nos servirá para compartir esta experiencia a través de los artículos y fotos que publicaremos así como de vuestros comentarios.

¿ Dónde estamos hoy ?


. Tras casi un año de viaje, nos acostumbramos poco a poco a la vida sedentaria.



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Las Filipinas : el norte de Luzón y Manila

Desde el principio del viaje el tiempo se nos ha ido volando, y desde que hemos llegado a las Filipinas esta sensación se ha acentuado aun más si cabe. Los 21 días que hemos pasado en este país nos han permitido hacernos una idea, pero nos hemos quedado sin visitar regiones enteras. Cuando pensamos que hay quién nos decía antes de comenzar el viaje que un año es muy largo y que nos íbamos a terminar por aburrir...

Hemos dedicado la segunda parte de nuestra estancia en Filipinas a explorar el norte de Luzón, la isla principal del archipiélago. Nos mezclamos en el ambiente de unas fiestas patronales, vimos un concurso de culturismo, visitamos una antigua ciudad colonial española en la que los edificios han sobrevivido milagrosamente los avatares del siglo XX. Aprovechamos también para pasar unos días con Barnabé (un colega de universidad de Karim), Mathilde y sus dos niñas en Baguio, gracias a los cuales hemos aprendido unas cuantas cosas y curiosidades de la vida cotidiana en las Filipinas.


Coronamos nuestro paso por la 'Cordillera' entre pueblos donde se cultiva arroz en terrazas desde hace más de 2000 años y donde los ataúdes se cuelgan de las paredes de roca o a la entrada de cuevas. Es una costumbre pre-colonial que ha sobrevivido hasta finales del siglo XX gracias al aislamiento de la región (aunque la práctica ha casi desaparecido bajo la influencia de iglesias como la anglicana que se han extendido por la zona en las últimas décadas).

Los últimos dos días en el país fueron maratonianos. El primero de ellos por las 12 horas de autobús necesarias para recorrer los 300 km que nos separaban de Manila. El segundo, para visitar esta ciudad a paso forzado. Como pasa a menudo con los planes, nos desviamos del nuestro y el tiempo de retomar la ruta prevista, de perdernos en el ambiente caótico del mercado del barrio chino y por los alrededores de la iglesia del nazareno negro, no nos quedó tiempo más que para pasar rápidamente por el antiguo barrio español antes de declarar terminada la jornada turística y volver al hotel.

El caso es que habíamos comenzado el día tranquilamente visitando el cementerio chino. Es un sitio curioso en el que mausoleos, mil veces más lujosos que cualquier casa de los alrededores, tienen baños e incluso buzones de correo (no vaya a ser que al difunto le entren ganas de hacer sus necesidades o se quede sin leer alguna carta póstuma). El guía, un señor de lo más simpático y dicharachero, nos habló de una competición de peleas de gallo en la vecindad. Las peleas de gallo siendo como son una institución en Filipinas, allá que fuimos a curiosear. Donde nos esperábamos un lugar lúgubre donde no seríamos bienvenidos, terminamos en la zona de los propietarios de gallos, que nos instalaron casi dentro del ring. Las peleas no suelen durar más que un par de minutos durante los cuales los gallos se tiran el uno al otro hasta que uno muere. Las plumas que se arrancan vuelan por el aire (como en la canción de Radio Futura que, con tanto gallo cacareando por todas partes, no se me ha ido de la cabeza desde que desembarqué en este país). Aunque es un espectáculo un tanto sanguinolento tengo que reconocer que, visto de cerca, me ha resultado menos espeluznante que las corridas de toros. Además, para nosotros, el espectáculo estaba casi más en la zona de combate que fuera, en el frenesí del público apostando (con tanto movimiento de brazos uno se creería en Wall Street) y de los 'casadores' (anotadores de apuestas) antes de cada pelea, y en los billetes doblados en bolas volando de un lado de las gradas al acabarse ésta.


En las Filipinas se utiliza el alfabeto latino, se come con cuchara y tenedor en vez de con palillos, hay bastantes palabras españolas que han entrado a formar parte de las lenguas locales y preparaciones culinarias típicas de nombre español y gusto filipino. La gente, las calles y las ciudades tienen también a menudo nombres hispánicos. Añadamos a ésto el clima subtropical, la fisionomía de los habitantes y los adornos y mensajes piadosos en los medios de transporte. Juntando todos estos factores, se puede comprender porque al llegar al país teníamos a veces la impresión de estar de vuelta en América del sur, en algún sitio entre Ecuador y Bolivia, en vez de en Asia. Seguro que en nuestros próximos destinos, Hong Kong y Macau, no corremos el mismo riesgo.

Bea