La tierra santa : al oeste del río Jordano
Pasito a pasito y minuto a minuto llegamos a nuestra última parada de este viaje. No nos podemos creer que ya ha pasado casi un año desde que salimos de Paris, contentos de poder pasearnos por el mundo a nuestras anchas. Aunque por supuesto tenemos ganas de volver a ver a amigos y familia, tenemos que reconocer que no nos importaría, tras un mesecito de descanso, comenzar otro itinerario. Lejos de curarnos las ganas de viajar, este año ha sido como abrir la caja de Pandora, y la verdad es que nos iríamos encantados de nuevo con cualquiera de los vientos que salen de ésta.
Con Jerusalén tan cerca de Amman y con una prima de Karim viviendo en las afueras de Telaviv, decidimos dividir los 15 días que nos quedaban entre Israel y Jordania. Atravesamos pues el río Jordano y Cisjordania en Palestina para llegar a Israel. Llegar a destino nos llevo todo el día, porque son varias étapas y porque si cruzar la frontera israelí es un proceso largo y tedioso para todos, en el caso de Karim, con su nacionalidad franco-marroquí, fue aun más largo. Fue interrogado varias veces por gente distinta hasta que se convencieron de que no era más que otro turista.
Israel es un país multicultural, gracias a los judíos que han venido de todas partes del mundo. Es un país desarrollado con buenos sistemas de salud y transporte públicos, y donde los precios rondan los de europa occidental. En cuanto al aspecto de las ciudades, por momentos, al caminar por los barrios residenciales de las afueras de Telaviv teníamos la impresión de estar en semejantes barrios de España o de Marruecos.
Pero a pesar de la inmigración, Israel no deja de ser un país típico de la región : la mayoría de los restaurantes ofrecen la misma comida que los países circundantes (humus, pasta de berenjenas, ensalada, aceitunas, pepinillos y pimientos en vinagre, falafel, kebab y pinchos morunos) eso sí, en versión 'kosher'. los que no hayan oído este término antes, significa que la comida ha sido preparada cumpliendo ciertas reglas de higiene 'judías' : por ejemplo, se prohibe mezclar los lácteos y la carne en la misma comida (de modo que aquí las hamburguesas con queso brillan por su ausencia). Las verdulerías y fruterías rebordan de tomates, pimientos, berenjenas, higos chumbos, higos normales, melocotones, uvas, dátiles, cerezas, sandías enormes...
Sin embargo, a pesar de que uno se cruza con mucha gente que habla español, francés, inglés, ruso y otros idiomas insospechados, casi todo, incluyendo la mayoría de los menus en los restaurantes están escritos sólo en caracteres y números hebreos (que podría ser chino y me enteraría de los mismo). Se ve a bastante gente de orientación ortodoxa vestida de manera tradicional, que resulta original sino del mejor gusto. Se ven también militares y jóvenes cumpliendo el servicio militar por todas partes. Si al principio resulta hasta gracioso ver chicos y chicas mas jóvenes que mis sobrinos con fusiles de asalto al hombro mientras miran escaparates o se compran una hamburguesa, lo cierto es que al cabo de un par de días cansa ver armas por todas partes y pasar por chequeos como los de los aeropuertos para entrar en cualquier edificio público, ya sea un centro comercial o la estación de autobuses.
De Telaviv, nos quedamos con la playa y con Jaffa, que tiene bastante encanto, y por supuesto con la prima de Karim, su familia y sus vecinos que son un encanto y consiguieron, a base de cuscús, tajine y otras delicias, que retomaramos en pocos días parte de los kilos que hemos perdido durante estos meses de vagabundeo. Hablando con ellos y escuchando sus anécdotas también aprendimos algo de los entresijos y de la realidad social del país.
De Jerusalén, me quedo con la sensación de que cada piedra está cargada de historia y es venerada y codiciada por las tres grandes religiones monoteístas y todas sus subdivisiones. Que si el muro de las lamentaciones, que si el santo sepulcro, que si la vía dolorosa. Es una ciudad preciosa, bien conservada, repleta de callejuelas que reflejan el gran mercado que es la religión : uno puede encontrar y comprar aquí crucifijos, cruces, ojos o manos de Fátima, estrellas de David y otras bagatelas religiosas, así como cualquier cosa que suene lo mas mínimo a oriental, aunque venga de India o de todavía más lejos. Jerusalén oeste es judía, con un barrio entero ortodoxo en el que todos visten de negro y blanco desde los niños a los abueletes. Jerusalén este es palestina.
Para ir al monte de los olivos, desde donde hay vistas panorámicas de la ciudad, cambiamos del autobus 'judío' al 'arabe' y, la verdad, no comprendemos porque varias personas que venían en el primero sienten que es peligroso subir al monte de los olivos. Nosotros nos sentimos exactamente igual que en el resto de la ciudad. Quizás donde menos bienvenidos nos sentimos fue en el barrio ortodoxo donde la gente está un poco harta de los turistas que les toman fotos (la verdad es que la manera de vestir es de lo más fotogénica y te dan ganas de echarle mano a la cámara cada dos por tres).
De palestina propriamente dicha no visitamos gran cosa por falta de tiempo. Por el momento nos limitamos al este de Jerusalén y a lo que vislumbramos cruzando Cisjordania a la ida y a la vuelta hacia Jordania. De lo poco que vimos, los palestinos de a pié tienen más paciencia que el santo job, aguantando esperas en check points, la presencia militar y un gobierno extranjero imponiéndoles restricciones y haciendo prácticamente lo que les da la gana en su tierra.
No podemos por supuesto prentender, tras tan sólo seis días y dos ciudades, comprender las complejidades de esta región, sólo sé que tras tantos años oyendo hablar de Israel y Palestina en el telediario, me ha resultado enriquecedor e interesante ver las cosas un poco de cerca. Espero poder volver algun día para completar Israel y dedicarle más tiempo a Palestina y al resto de los países circundantes.
Bea.
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