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La vuelta al mundo en más de 80 días.

¿ De qué habla este blog ?

Viajar y descubrir el mundo. Es lo que pretendemos hacer en 353 días y a través de una quincena de países. Este blog nos servirá para compartir esta experiencia a través de los artículos y fotos que publicaremos así como de vuestros comentarios.

¿ Dónde estamos hoy ?


. Tras casi un año de viaje, nos acostumbramos poco a poco a la vida sedentaria.



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Lugares visitados en Tailandia


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Fotos : Tailandia

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Thailand

Tailandia : entre camisetas Red-bull y camisas rojas

El viaje continua aunque empezamos a sentir que es el principio del fin, en buena parte gracias a los que nos recordáis, ¡ tan amablemente !, que cada vez nos queda menos para la vuelta. Escribo este artículo mientras esperamos, en una estación del sur de Tailandia, el tren de noche que nos acercará a Penang, en el norte de Malasia. Tras “Incredible India”, “Amazing Tailandia” tiene también varios aspectos, algunos más simpáticos que otros.


El país es famoso por sus fondos marinos y sus islas paradisíacas. Y es verdad que los días que hemos pasado buceando en la isla de Koh Tao, en la costa este, no nos han decepcionado : arrecifes de coral, meros enormes y bancos de barracudas nos han acompañado durante nuestros paseos submarinos. Sin hablar de unas aguas cálidas en comparación de las cuales el Mediterráneo pasaría por el Polo Norte. Según los expertos, los fondos de la costa oeste son todavía más bonitos, lo que nos ha despertado las ganas de ir a remojarnos en el mar de Andaman en una ocasión futura.

La excursión que hicimos a partir de Pai, un pueblecito del norte del país, ha sido una de las mejores experiencias de nuestra estancia en el reino de Siam. Tres días caminando por senderos de montaña, siguiendo el trazado de la frontera birmana y durmiendo en casas particulares en pueblos típicos. Las minorías que habitan esta zona del país hablan una multitud de dialectos en vez de tailandés, practican el animismo en lugar del budismo y su acceso a la electricidad es reciente y limitado. Fue bastante extraño pasearse por parajes de aspecto casi lunar, terrenos calcinados y salpicados de brasas aún rojizas, en completo contraste con el verde de los arrozales que hubiéramos visto de haber venido durante la época de lluvias. En efecto, cada año por esta época los campesinos queman los campos para prepararlos para la siembra. Aunque en principio son fuegos controlados, de vez en cuando se les escapa alguno, haciendo que la selva de los alrededores desaparezca poco a poco. En la noche, decenas de estos fuegos lucen y se recortan en las montañas que circundan los pueblos, un espectáculo que tiene algo de mágico e hipnótico, hasta que ves el fuego avanzar y acercarse a poco más de un kilómetro del pueblo en el que te preparas a dormir (en el que, para más INRI, las casas están construidas de madera). Pero a pesar de nuestro escepticismo inicial, y algo tranquilizados por los comentarios de los locales: “Sí, sí, el fuego está ahí, pero no os preocupéis, no hay problema” y sobre todo por su actitud de aquí no pasa nada, hicimos como ellos y nos fuimos a dormir.


Aquellos que gusten de templos, viejos o recientes, no cabrán en sí de gozo. En las ciudades hay suntuosos templos budistas en cada esquina, aunque no ganen en número a las fotos del rey que están colgadas por todas partes. En nuestro caso, quizás porque a menudo se parecen, terminamos empachados de ver budas tumbados, sentados, en posición de loto o de pié, unos gordos y otros flacos. Como buenos glotones que somos, preferimos visitar el mayor número posible de puestos ambulantes de comida, donde se pueden degustar a cualquier hora del día o de la noche delicias como un curry con nueces de India o un arroz glutinoso con mango y leche de coco. Incluso prolongamos el placer culinario con un curso de cocina en Chiang-Mai, supervisados por un lady-boy (una auténtica institución en Tailandia) donde descubrimos que la salsa de pescado (“fish sauce”) es parte integrante de todos los platos, incluyendo los dulces. Gracias a esta iniciación, nos sentiremos algo menos ignorantes cuando vayamos a los supermercados asiáticos de vuelta en casa.


En cuanto a los problemas políticos por los que atraviesa el país, no han afectado gran cosa nuestro viaje. Aunque los enfrentamientos entre los camisas rojas y el ejército, que terminaron con una veintena de muertos en vísperas de nuestra llegada, nos hicieron por un momento plantearnos un cambio de planes, lo cierto es que el movimiento era relativamente pacífico y se centraba en el barrio de Bangkok donde se sitúan los grandes centros comerciales, que de resultan llevan cerrados desde hace semanas. Incluso durante un paseo vespertino por el interior de las trincheras de los camisas rojas (en las que todo el mundo entraba como Pedro por su casa) atravesamos lo que parecía un festival de orientación política o un mitin campechano : baños portátiles, puestos vendiendo todo tipo de parafernalia de color rojo, ropa común, bebidas y comida, y mucha gente sentada en sillas portátiles escuchando en pantallas gigantes el discurso de los cabecillas y aplaudiendo los mensajes.


Y, sin embargo, no podemos negar que el día que llegamos a Bangkok nos recibió una auténtica guerrilla urbana equipada hasta los dientes. No perdonaban a nadie, empolvando con harina y regando con pistolas de agua, mangueras o directamente a cubo limpio todo lo que se meneaba : los paseantes, los coches, la policía, los pasajeros al bajar del autobús e incluso los convoys de camisas rojas que les devolvían alegremente el favor. La causa de tal recibimiento : haber llegado al país en plena celebración del Año Nuevo tailandés (Songkran). Nos reímos un montón una vez el pasaporte y la cámara puestos a resguardo, ya que la verdad es que hace tanta calor que uno agradece que le mojen. Y ya que la mayor de los habitantes estaban de vacaciones y se habían largado de la capital, vimos una faceta diferente del Bangkok de todos los días. La ciudad, que de costumbre es un hervidero de actividad, parecía dormida : sin atascos, muchos comercios cerrados, las avenidas prácticamente desiertas y un aire respirable.


El lado menos agradable de Tailandia es el turismo de masas y los rebaños de jovenes “occidentales” enarbolando orgullosos su piel abrasada por el sol y su camiseta de tirantes con la imagen del Red-bull local. Teniendo en cuenta que llegamos durante la temporada baja, no me atrevo a imaginarme lo que debe ser en julio y agosto. Los mercadillos nocturnos están inundados de copias de Rolex, polos y camisetas de marca, así como de de una oferta homogénea de souvenires que deben de haber sido producidos en masa en algún lugar de Asia de cuyo nombre no quiero acordarme.

Es difícil escapar al turismo-negocio y encontrar un poco de autenticidad. A pesar de todo, Tailandia ofrece al viajero un cambio de escena a bajo coste, sin problemas especiales de seguridad, limpio (lo que cambia de India) y bien organizado. Hay que reconocer que los tailandeses son gente agradable que sabe escuchar a los farang (guiris) y responder a sus gustos. En ciertos lugares, como Pai y Koh Tao, el número de extranjeros sobrepasa al de los locales y hay más hoteles, bares y centros de masaje que casas. A veces nos preguntábamos si estábamos todavía en Tailandia o si, sin que nos diéramos cuenta, nos habíamos tele-transportado a Ibiza.

En resumen, en nuestro caso hemos encontramos complicado salir de los senderos marcados y los encuentros con los locales han sido bastante superficiales, de modo que aunque ha sido agradable pasar unos días en Tailandia, no podemos decir que es un lugar que nos ha marcado.

Karim

Lugares visitados en India


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India : últimas fotos

Haz click en la imagen para ver las fotos que tomamos en los estados de Rajasthan, Gujarat y de vuelta en Mumbai :


India - Rajasthan, Ahmedabad, Mumbai

India : Adiós con el corazón ...

Con el paso de las semanas, India nos ha gustado cada vez más. A los diez días de viaje teníamos la impresión de llevar ya meses en el país, y nos resultaba difícil comprender como hay gente que se tira viajando por él meses e incluso años. Supongo que terminamos por cogerle el tranquillo al lugar, porque al final de nuestra estancia los comprendíamos mejor : los 43 días que hemos pasado aquí nos han sabido a poco.

Tras Amritsar nos fuimos al Rajastan, estado que se extiende por tierras desérticas en las que abundan los palacios fortificados. Los fuertes se construyeron para resistir todo tipo de ataques por linajes de Maharajas que, como buenos señores feudales, se pasaban la vida guerreando y planeando matrimonios entre ellos y con el imperio mogol. Incluso durante la dominación inglesa se las apañaron para conservar sus privilegios y seguir viviendo hasta mediados del siglo XX a cuerpo de rey, lo que explica que el interior de sus palacios esté bastante bien conservado.



El aspecto exterior de los fuertes es sobrio y macizo, pero detrás de las murallas se esconden calles laberínticas, plazoletas y palacios llenos de patios, corredores, ventanas ciegas desde las que las mujeres podían ver sin ser vistas, baños turcos y muros ricamente esculpidos que le recuerdan a uno las historias de las mil y una noches.

Las ciudades que se levantan alrededor de estos palacios tienen cada una un color predominante que les confiere una cierta armonía : el rosado en el caso de Jaipur, azul en Jodhpur y blanco para Udaipur. Pero la que más me ha gustado de todas es Jaisalmer, en la que las casas están construidas de piedra arenisca que se desdibuja en el desierto que la rodea, y donde las fachadas están esculpidas con tal nivel de detalle que los relieves se asemejan a tallas de madera.



De ciudad en ciudad y entre palacio y palacio, visitamos algunos Havelis (mansiones tradicionales) del siglo XIX, en las que los interiores y el mobiliario de época muestran que los ricos de entonces ya favorecían el estilo disco-psicodélico muchísimo antes de los años 80, nos paseamos por los bazares, fuimos a un par de espectáculos de marionetas y danzas tradicionales y descubrimos la importancia que el turbante y un bigote insigne tienen en la región : el color, longitud y anudado del primero, y la forma del segundo denuncian el estatus, la profesión o incluso la religión de quien los lleva. De la misma manera, el color del sari varia en función de la época del año y del estado civil de la portadora.

Antes de volver a nuestro punto de partida, Mumbai, y con el termómetro rondando los 40 grados y a la alza (porque no es hasta los meses de mayo y junio que las temperaturas se acaban de desbocar del todo), hicimos una última parada en la capital del Gujarat, Ahmedabad. Esta ciudad, aunque principalmente industrial, tiene un museo de textiles antiguos indios que dejaría boquiabierta a toda maruja versada en las artes de la aguja, una visita guiada muy simpática del casco antiguo y el Ashram (lugar de retiro) que fue el cuartel general de Ghandi.



Pero lo mejor de esta ciudad fue la acogida de nuestros anfitriones vía couchsurfing. Al abrirnos las puertas de su casa nos brindaron la ocasión de vivir unos días con una familia india típica en la que los hijos, incluso una vez casados, viven en casa de sus padres con su mujer. La familia entera se deshizo en atenciones con nosotros, al punto que nos llevaron a una boda tradicional, para lo que nos acicalaron con su propia ropa. E incluso dimos una vuelta en sidecar, pilotado por la madre de nuestro anfitrión, Rushir. Una inmersión inolvidable en la hospitalidad india.

Tras otro par de días paseando por Mumbai y en casa de Louella que nos volvió a acoger en su casa, nos despedimos de este país para continuar nuestra ruta. Esperamos volver algún día para visitar lo mucho que nos hemos dejado sin ver, y ese día vendremos con la ropa puesta y las mochilas vacías para poder desvalijar los bazares a nuestras anchas. De momento, nuestro viaje continua y volvemos al sudeste de Asia. En particular, a Tailandia.

Bea