Otavalo, Baños, Riobamba y Cuenca... la sierra de Norte a Sur.
A la vuelta de Galápagos y saltando de autobús en autobús, hemos ido recorriendo la sierra desde Otavalo, unos 100 km al norte de Quito, hasta Cuenca antes de dirigirnos de nuevo a la costa para descansar unos días y prepararnos para el viaje a Perú.
Otavalo es una ciudad relativamente pequeña pero muy popular porque tiene el mercado de artesanía más grande de Sudamérica. La gente de los pueblos de alrededor fabrican desde tapices a mantas, esteras y otros útiles u objetos decorativos, y los sábados bajan en tromba al mercado a venderlos. El mismo día tiene lugar también la feria de animales: cada cual baja el chancho, la vaca, la cabra, la gallina o la alpaca que quiere vender y así se monta un galimatías de patas, hocicos y picos entre los cuales los potenciales compradores se pasean y regatean.
A una semana del comienzo de la fiesta grande, se sentía ya el ambiente de vísperas. Durante nuestra estancia vimos el desfile de presentación de las aspirantes a reina de la fiesta: la orquesta municipal a pié abriendo el paso y cada candidata de pié sobre la parte trasera de una camioneta tipo pick-up escortada por una moto de la policía, en traje de noche y del brazo de un oficial en uniforme de gala blanco.
Me hubiera gustado quedarme durante las fiestas para ver las vaquillas (creo que no montan entablados, sino que sacan la vaca a la calle atada de una soga larga, para poder atraparla si hace falta, y la gente sale a correrla) y para probar la chicha de Yamor, una bebida típica que sólo se vende durante los días de la fiesta. Pero nos hubiéramos retrasado al menos diez días más, así es que después ir a los mercados, llenarme los ojos de imágenes y ponerme los dientes largos con todas las cosas tan chulas que se venden, regresamos al hemisferio Sur en dirección a Baños.
Bea
Otavalo es una ciudad relativamente pequeña pero muy popular porque tiene el mercado de artesanía más grande de Sudamérica. La gente de los pueblos de alrededor fabrican desde tapices a mantas, esteras y otros útiles u objetos decorativos, y los sábados bajan en tromba al mercado a venderlos. El mismo día tiene lugar también la feria de animales: cada cual baja el chancho, la vaca, la cabra, la gallina o la alpaca que quiere vender y así se monta un galimatías de patas, hocicos y picos entre los cuales los potenciales compradores se pasean y regatean.
A una semana del comienzo de la fiesta grande, se sentía ya el ambiente de vísperas. Durante nuestra estancia vimos el desfile de presentación de las aspirantes a reina de la fiesta: la orquesta municipal a pié abriendo el paso y cada candidata de pié sobre la parte trasera de una camioneta tipo pick-up escortada por una moto de la policía, en traje de noche y del brazo de un oficial en uniforme de gala blanco.
Me hubiera gustado quedarme durante las fiestas para ver las vaquillas (creo que no montan entablados, sino que sacan la vaca a la calle atada de una soga larga, para poder atraparla si hace falta, y la gente sale a correrla) y para probar la chicha de Yamor, una bebida típica que sólo se vende durante los días de la fiesta. Pero nos hubiéramos retrasado al menos diez días más, así es que después ir a los mercados, llenarme los ojos de imágenes y ponerme los dientes largos con todas las cosas tan chulas que se venden, regresamos al hemisferio Sur en dirección a Baños.
Bea
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