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La vuelta al mundo en más de 80 días.

¿ De qué habla este blog ?

Viajar y descubrir el mundo. Es lo que pretendemos hacer en 353 días y a través de una quincena de países. Este blog nos servirá para compartir esta experiencia a través de los artículos y fotos que publicaremos así como de vuestros comentarios.

¿ Dónde estamos hoy ?


. Tras casi un año de viaje, nos acostumbramos poco a poco a la vida sedentaria.



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Fotos : Ushuaia y Punta Arenas

Haz clic en la imagen para las fotos que tomamos en Ushuaia y Punta Arenas :

Argentina and Chile - Ushuaia and Punta Arenas

Ushuaia : en el fin del mundo (casi)

Allá vamos, camino hacia la 'Tierra de fuego' y Ushuaia, impacientes de ver con nuestros propios ojos a que se parece el 'fin del mundo', o como ciertos argentinos con su sentido del humor mediterráneo dicen, el 'culo del mundo'.


Ya sé que teniendo en cuenta la latitud, y con los antecedentes de frío y nieve que nos han acompañado desde Bariloche, es racionalmente imposible que Ushuaia se parezca a un paraíso tropical. Pero que queréis, estoy condicionada por los anuncios de una marca de jabones con ese nombre que venden en Francia y no puedo evitar asociar, como los perros de Paulov, esta palabra con un baño al pié de una cascada rodeada de vegetación lujuriosa.

Con tales expectativas subliminales, llegar a la ciudad supuso, como era de esperar, un aterrizaje forzoso : durante los 3 días que pasamos allí, nieve, granizo y lluvia fueron el denominador común, aunque por suerte el cielo se apiadó de nosotros y nos regaló con algunos momentos de sol. Con tanto frío, nada de ir a buscar cascadas y menos aún de bañarse en ellas, les dejo la aventura a los 'Jackass' de este mundo. Según los lugareños, tampoco aquí es normal que nieve en noviembre (al fin y al cabo, es como si lo hiciera a mediados de mayo en Europa). Pero a este ritmo, creo que van a poder disfrutar de la primera Navidad nevada desde la era glacial.

La ciudad en sí misma no es especialmente bonita, pero el paisaje que la rodea no está mal. Está bañada por el canal Beagle (uno de los pasos naturales entre los océanos Atlántico y Pacífico) en el que abundan los islotes, algunos de los cuales acogen colonias de lobos de mar y de cormoranes. A su espalda se extiende una sierra cubierta de nieve en la que no faltan las pistas de ski. Exceptuando el bosque en los flancos de las montañas, en la vegetación predomina el chaparral, con líquenes y arbustos similares a los que existen en El Chaltén.

La ciudad se fundo en los últimos años del siglo XIX cuando el Estado argentino instaló una cárcel con vistas de promover la colonización de la zona. A la región se le dio el nombre 'Tierra de fuego' porque Magallanes, a su paso buscando una ruta navegable hacia el Pacifico, divisó fuegos en la costa. Eran las lumbres de las chozas de los Yamanas, el pueblo indígena que habitaba la zona. Este pueblo, que estaba perfectamente adaptado a las duras condiciones climáticas (no llevaban ropa, sino que se untaban el cuerpo de grasa de lobo de mar para protegerse del frío) y que había sobrevivido hasta el siglo XX en completa autarquía, se extinguió a la llegada de los colonos, entre otras cosas debido a las enfermedades que trajeron consigo.

Hoy en día, Ushuaia se ha convertido en una ciudad turística con el centro lleno de restaurantes, tiendas y hoteles (los más caros de todos los sitios que hemos visitado en Argentina). Un paseo por el malecón ofrece bellas vistas, y es un paseo agradable si se hace abstracción del ligero olor a muerto que emana de vez en cuando de las cloacas que descargan en la bahía. Su principal atractivo turístico, es ser la ciudad más al sur del mundo (aunque hay poblaciones más abajo, son apenas pueblos). De hecho, por si acaso eres despistado y no te has percatado del asunto, hay carteles en cada esquina para recordartelo.

Es cierto que, por la ganga de 4000 dólares por cabeza, precio tiradísimo de último minuto, podríamos habernos aventurado en un crucero de 10 días por la Antártica y alcanzar latitudes más cercanas al polo. Como tras rascarnos el fondo de los bolsillos sólo sacamos un par de pesos y como, francamente, echábamos de menos el buen tiempo, seguimos el plan original y nos fuimos a Punta Arenas, en el sur de Chile, para esperar pacientemente nuestro vuelo a Santiago.


Nos despedimos por lo tanto definitivamente de Argentina sin haber visto a Marco, pero no sin encontrarnos con otro espécimen raro : un inmigrante marroquí. Se trata de un casablanqués que hace 14 años decidió que no había bastantes ovejas que esquilar en Marruecos y se vino a buscar más de este lado del Atlántico.

Según lo que habíamos leído y oído sobre la ciudad, no nos esperábamos gran cosa de Punta Arenas. Quizás por ello recibimos una sorpresa agradable al llegar. Si bien la ciudad no es espectacular, tiene algunos edificios con encanto. Nos encontramos a unos chilenos y a dos franceses muy simpáticos con los estuvimos de fiestuki el sábado por la noche. Descubrí el pisco-cola, que no le tiene nada que envidiar al whisky-cola y probé un 'completo-palta' (un perrito caliente con un montón de añadiduras y con guacamole por encima de todo ello) que es una especialidad de la comida rápida chilena. Y resultó que la dueña del hostal donde dormimos es la madre del dentista de Maradona (¡qué nivel, Maribel!). ¿Quién sabe?, quizás con este hecho singular podamos hacer carrera en alguno de los programas basura de la tele que abundan hoy en día.


Y por fin estamos a bordo de nuestro vuelo hacia Santiago donde, si Dios quiere, nos esperará un sol radiante o al menos una temperatura decente.

Bea

Austral Patagonia : Fotos

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Argentina and Chile - Austral Patagonia

De vuelta a los Andes : La Patagonia Austral

Terminado el capítulo galés de nuestra epopeya argentina, continuamos nuestra ruta en dirección del sur de la Patagonia, hacia el 'triángulo' que conforman El Calafate, El Chaltén y Puerto Natales. Esta vez no son los pingüinos o las ballenas los que nos atraen, sino los paisajes compuestos de montes escarpados y de glaciares.

Así es que de vuelta a los Andes. En Perú y en Bolivia nos habíamos acostumbrado a estar entre los 3000 y 4000 metros de altura, en ambientes tan áridos y secos que, en poco tiempo, los labios y la piel se te quedan más asperos que un estropajo.

La situación en esta parte de los Andes es diferente : por debajo de los 3000 metros de altura, la región es muy verde y posee una de las mayores reservas de agua dulce del mundo. El tiempo es húmedo, llegando a llover o nevar varias veces al día, pero es sobre todo el viento lo que más respeto da : no deja de soplar, jugando a entrar por todos los resquicios de la ropa y a helarte cualquier parte del cuerpo que hayas dejado al descubierto. Y hay que tener cuidado al caminar, porque las ráfagas de viento son a veces tan fuertes que te hacen perder el equilibrio.

Menos mal que estábamos bien abrigados gracias a nuestra ropa técnica (que será un poco hortera, pero 'Ande yo caliente …') y que en los hostales había calefacción (sino hubiéramos tenido que dormir con los gorros bolivianos puestos).

La región tiene paisajes magníficos. Para empezar, a partir de la ciudad de El Calafate fuimos al glaciar Perito Moreno, uno de los pocos en el mundo que no está en retroceso. Es un espectáculo del que uno no se cansa : este mastodonte de 200 kilómetros de longitud, 5 kilómetros de ancho y 170 metros de altura avanza unos dos metros por día y, para equilibrar este avance, vomita de vez en cuando y con un ruido ensordecedor un iceberg en el lago en el que desemboca. Uno se siente microscópico frente a tal monstruo.


A 4 horas en autobús de El Calafate, está el pueblo de El Chaltén, auto proclamado capital argentina del senderismo, y cuya principal atracción es el cerro Fitz Roy. Esta montaña está considerada como la más difícil de escalar en el mundo. Para dar una idea, en término medio tan sólo una persona al año sube a la cima, mientras que decenas de personas escalan el Everest cada día. Lejos de intentar una hazaña que está a años luz de nuestra capacidad física, nos concentramos en la versión 'light' : dos días de caminatas, unos 45 kilómetros en total, que nos permitieron llegar a la base del Fitz Roy y contemplar los glaciares, la vegetación y los lagos de los alrededores. Nuestros cuerpos de parisinos que lo más que se mueven es para ir hasta la boca del metro se vengó con una buena dosis agujetas y con dolor de pies, pero aun así nos resultó un paseíto comparado con la famosa bajada al Cañon del Colca en Perú.

El Chaltén ha sido también nuestra primera experiencia de dormitorio compartido (hasta ahora siempre habíamos dormido en habitaciones privadas). Tengo que reconocer que la cosa facilita los encuentros, aunque un holandés declarara la guerra química a toda la habitación y un alemán nos haya regalado con un solo 'a capella' de ronquidos hasta que su mujer le despertó.

Terminamos nuestro paseo en Patagonia Austral por el parque de Torres del Paine, que visitamos a partir de la ciudad de Puerto Natales en Chile. Esta región es el equivalente de El Chaltén para los chilenos. Después del Fitz Roy y del Perito Moreno, y como el tiempo seguía siendo igual de frío y ventoso del lado chileno, decidimos que habíamos cumplido con nuestro cupo de marcha a pié, y optamos por una visita organizada de un día.

El paso por Chile nos brindó también la oportunidad de cenar por última vez con Sophie y Philippe, la pareja belga con la que ya nos habíamos cruzado varias veces en América del Sur, y para descubrir que, en Bélgica, el pollo asado se acompaña con compota de manzana (¡qué raritos estos belgas!, aunque según Bea está bueno y recomienda que lo probéis). Es la última vez que nuestras rutas se cruzan en este viaje ya que su vuelta al mundo toca a su fin y desde ahora se dirigirán hacia el hemisferio norte para llegar a Bruselas a principios de diciembre.


En cuanto a nosotros, son la tierra de fuego y la ciudad de Ushuaia las que nos esperan. Por fin vamos a ver a que se parece el 'fin del mundo'.

Karim

Fotos : Trelew y Peninsula Valdes

Haz clic en la imagen para las fotos que tomamos en Trelew y sus alredores

Argentina - Trelew

Trelew y Peninsula Valdes : el lado galés de Argentina.

Nos alejamos de nuevo de los Andes, para acercarnos ahora al océano Atlántico. Las montañas, los grandes lagos y los bosques de araucarias dan paso a kilómetros y kilómetros de meseta en los que la aridez de la estepa patagónica domina el paisaje.

Las ciudades de esta parte del país fueron creadas por inmigrantes galeses que se instalaron en la vega del río Chubut en la segunda mitad del siglo XIX. La cultura que trajeron con ellos esta aún muy presente : en las casas de ladrillo con puertas de madera, en los jardines verdes y floridos, en forma de asociaciones y escuelas de música tradicional galesa, en la multitud de casas de té. Los descendientes de los primeros colonos, incluso los de familias mixtas, hablan aún la lengua de sus antepasados. Pasearse por el pueblo de Gaimán, cerca de Trelew, tomando nota del parecido con el Reino Unido, oír a dos madres jóvenes empujando sus carricoches y hablando en galés, y tomarse un 'five o'clock tea' junto con una selección de repostería típica en una de las casas de té del pueblo es una experiencia de lo más curiosa (además los pastelillos están buenísimos, ñam, ñam).

Pero como ya habíamos dejado entrever en nuestro último artículo, no nos hemos pegado esta tupitaina de kilómetros por el té y los pasteles (para eso ya tenemos Marruecos). Son los animales salvajes que se pueden ver libres en Península Valdés y el resto de las reservas naturales de la región que nos han traído hasta aquí. Como las distancias son enormes (900 km en dos días para recorrer las distintas reservas) y como no queríamos depender de las excursiones organizadas, alquilamos un coche … que gustazo ser la persona al volante por una vez.

Había animales para todos los gustos : guanacos (un camélido de la misma familia que las llamas, las vicuñas y las alpacas andinas), ñandúes (una especie de avestruz), cuis (unos conejillos muy ágiles, primos hermanos del que me comí en Perú), lobos y elefantes de mar (los machos más grandes pesan 2500 kilos), flamencos rosas y muchas otras aves de cuyo no nombre ya ni me acuerdo.

Sin embargo, la protagonista es la ballena austral, que en esta época del año, viene a estas costas a reproducirse y a criar a sus pequeñuelos. Aunque se las puede ver directamente desde la playa de Puerto Pirámides, contratamos la excursión en barco. Curiosamente, a pesar de que se las ve de más cerca que en Puerto López en Ecuador, se les molesta menos : sólo se acerca un barco a la vez, se navega despacio y, una vez cerca, se apaga el motor. Lo único que nos ha faltado para completar el cuadro ha sido ver orcas, que se acercan a cazar lobatos de mar cuando la estación está más avanzada (Buena excusa para volver :)).

Tomamos otro barco para avistar toninas, unos pequeños delfines de color blanco y negro, que se acercan a curiosear en cuanto oyen el ruido del motor de las embarcaciones, y que se divierten con ellas poniéndose a nadar a toda velocidad pegados a la proa, como quien corre delante del toro en los San Fermines. Pero en este caso no hay peligro, en cuanto se aburren, dan un pequeño coletazo y dejan detrás al barco sin problemas.

Y como colofón, visitamos una colonia de pingüinos de Magallanes. Señor y señora Pingüino se turnan en la tarea de incubar los huevos y de ir a buscar alimento al mar. Es graciosísimo verlos caminar en comités hacia la playa o de vuelta hacia sus nidos tras la pesca, salir del nido un minuto a estirarse, rascarse la tripa, etc. Aunque estamos un poco decepcionados de no habernos encontrado al comando de la película Madagascar, y eso que escudriñamos el terreno de punta a punta.

Lo que más gracia me hizo fue ver a todos esos adultos (nosotros incluidos) volver a la infancia, encantados y entusiasmados, con los ojos brillantes y sonrisas de oreja a oreja en cuanto veíamos una ballena, un delfín, o unos pingüinos : “Hala!”, “Mira,mira, mira, mira !”, “Por ahí va!”, “Qué graciosos!”, “Olé !”... La verdad es que disfruté más que en Eurodisney.

La gente que visita la región se suele quedar a dormir en Puerto Madryn, la ciudad más turística de la zona (se supone que es la más bonita y además tiene playa). Pero nosotros nos quedamos en Trelew para ir al museo paleontológico de la ciudad. Las huellas que vimos en el parque cretácico de Sucre me despertaron la curiosidad y las ganas de ver también los huesos. No me puedo quejar, porque el museo tiene montones de fósiles de dinosaurios, mamíferos, reptiles, peces, trilobites y plantas que ocuparon Patagonia mucho antes de que Karim y yo decidiéramos darnos un garbeo por aquí. Me sentí como una hormiguita al lado de los huesos de las patas delanteras del dinosaurio más grande de América del Sur.

Y tras unos días observando la vida animal, estamos de nuevo en camino, rumbo a El Calafate, donde nos aguarda el glaciar Perito Moreno y un poco de senderismo al pie del cerro Fitz Roy, en el Parque Nacional de los Glaciares, antes de cruzar al lado chileno de la Patagonia, hacia el Parque Nacional de las Torres del Paine.

Bea

Fotos : Bariloche

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Argentina - Bariloche

Bariloche: bienvenido a Patagonia

Bariloche habrá sido nuestra puerta de entrada a la Patagonia, región mítica de Argentina que da tanto que hablar a los viajeros por sus bellos paisajes y por la ruta 40 que la atraviesa de norte a sur y que, al igual que la ruta 66 en los Estados Unidos, muchos sueñan con recorrer.

La ciudad se parece mucho a Chamonix en los Alpes : una estación de ski con un decorado de ensueño compuesto de montañas, lagos y bosques de araucarias (un árbol parecido al abeto). Atrae masas de turistas tanto argentinos como del resto del mundo. De hecho, hay tantos brasileños que vienen aquí de vacaciones, que hay quien la llama 'Brasiloche'.

Adiós al clima agradable de Cordoba y Salta : a nuestra llegada, caían chuzos de punta y había un viento helado de esos que te deja como un carámbano en cuestión de minutos. Tuvimos que volver a sacar los gorros bolivianos, que ya habíamos amortizado en el Salar de Uyuni. Lo que llovió en las horas siguientes debe corresponder a la pluviometría anual de Marruecos. Al irnos a dormir, esperábamos que la Pachamama se apiadara de nosotros y que dejara de llover durante la noche. Nuestro deseo solo se cumplió a medias, en vez de con lluvia, nos despertamos con la ciudad nevada, y la tormenta de nieve no dejó de azotar en los dos días siguientes. Hasta a los lugareños se les pusieron los ojos como platos, ya que en todo el invierno no había nevado así. Para mí fue un auténtico fastidio, ya que sólo teníamos previsto quedarnos 3 días y aunque la nieve daba a la región ambiente, hubiera preferido que al menos durante el día luciera el sol.

Pero, por lo menos, el manto blanco que lo cubrió todo hizo feliz al 50% de la pareja : Bea, que como todo el mundo sabe es de un pueblo de montaña, pero de los que no tienen la opción 'nieve' incluida, estaba encantada y feliz como un niño con un caramelo. Se pasó los dos días con la impresión de estar en una estampa de Navidad y haciendo fotos a todo lo que se pareciera de cerca o de lejos a un copo de nieve. Eso sí, las batallas de bolas de nieve le molaron bastante menos.

A pesar del frío y de la falta de visibilidad, conseguimos visitar la zona a fuerza de pasearnos bajo la nieve y la lluvia. Menos mal que Dios aprieta pero no ahoga y la última mañana salió el sol y pudimos por fin contemplar los lagos en todo su esplendor, aunque el tiempo no permitiera quitarse el gorro de lana.


La otra particularidad de Bariloche, es la comunidad de origen germánico que inmigró a la zona en la primera mitad del siglo XX. Los edificios y las iglesias no se parecen a los de una ciudad colonial española, sino a los de las ciudades de montaña austriacas o suizas. Se ve a mucha gente de pelo rubio, ojos azules, con bigote y pinta de llamarse Günther o Karl. Otto o Weiss son apellidos comunes aquí. Incluso hay restaurantes que, entre la parrilla y la empanada, proponen 'fondues' en el menú. Y tampoco faltan ni las tiendas de chocolate ni los San Bernardo.

En definitiva, Bariloche nos ha dejado boquiabiertos : se parece tanto a los Alpes que de haberme encontrado a Heidi hablando con acento argentino, me habría parecido lo más normal del mundo.

Y, por ahora, decimos hasta luego a los Andes, y tomamos rumbo a Trelew, en la costa atlántica, donde tenemos cita con las ballenas y otro tipo de colonia, de pingüinos esta vez.

Karim

Fotos : Salta y Cordoba

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Argentina - Salta, Cordoba