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La vuelta al mundo en más de 80 días.

¿ De qué habla este blog ?

Viajar y descubrir el mundo. Es lo que pretendemos hacer en 353 días y a través de una quincena de países. Este blog nos servirá para compartir esta experiencia a través de los artículos y fotos que publicaremos así como de vuestros comentarios.

¿ Dónde estamos hoy ?


. Tras casi un año de viaje, nos acostumbramos poco a poco a la vida sedentaria.



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Trelew y Peninsula Valdes : el lado galés de Argentina.

Nos alejamos de nuevo de los Andes, para acercarnos ahora al océano Atlántico. Las montañas, los grandes lagos y los bosques de araucarias dan paso a kilómetros y kilómetros de meseta en los que la aridez de la estepa patagónica domina el paisaje.

Las ciudades de esta parte del país fueron creadas por inmigrantes galeses que se instalaron en la vega del río Chubut en la segunda mitad del siglo XIX. La cultura que trajeron con ellos esta aún muy presente : en las casas de ladrillo con puertas de madera, en los jardines verdes y floridos, en forma de asociaciones y escuelas de música tradicional galesa, en la multitud de casas de té. Los descendientes de los primeros colonos, incluso los de familias mixtas, hablan aún la lengua de sus antepasados. Pasearse por el pueblo de Gaimán, cerca de Trelew, tomando nota del parecido con el Reino Unido, oír a dos madres jóvenes empujando sus carricoches y hablando en galés, y tomarse un 'five o'clock tea' junto con una selección de repostería típica en una de las casas de té del pueblo es una experiencia de lo más curiosa (además los pastelillos están buenísimos, ñam, ñam).

Pero como ya habíamos dejado entrever en nuestro último artículo, no nos hemos pegado esta tupitaina de kilómetros por el té y los pasteles (para eso ya tenemos Marruecos). Son los animales salvajes que se pueden ver libres en Península Valdés y el resto de las reservas naturales de la región que nos han traído hasta aquí. Como las distancias son enormes (900 km en dos días para recorrer las distintas reservas) y como no queríamos depender de las excursiones organizadas, alquilamos un coche … que gustazo ser la persona al volante por una vez.

Había animales para todos los gustos : guanacos (un camélido de la misma familia que las llamas, las vicuñas y las alpacas andinas), ñandúes (una especie de avestruz), cuis (unos conejillos muy ágiles, primos hermanos del que me comí en Perú), lobos y elefantes de mar (los machos más grandes pesan 2500 kilos), flamencos rosas y muchas otras aves de cuyo no nombre ya ni me acuerdo.

Sin embargo, la protagonista es la ballena austral, que en esta época del año, viene a estas costas a reproducirse y a criar a sus pequeñuelos. Aunque se las puede ver directamente desde la playa de Puerto Pirámides, contratamos la excursión en barco. Curiosamente, a pesar de que se las ve de más cerca que en Puerto López en Ecuador, se les molesta menos : sólo se acerca un barco a la vez, se navega despacio y, una vez cerca, se apaga el motor. Lo único que nos ha faltado para completar el cuadro ha sido ver orcas, que se acercan a cazar lobatos de mar cuando la estación está más avanzada (Buena excusa para volver :)).

Tomamos otro barco para avistar toninas, unos pequeños delfines de color blanco y negro, que se acercan a curiosear en cuanto oyen el ruido del motor de las embarcaciones, y que se divierten con ellas poniéndose a nadar a toda velocidad pegados a la proa, como quien corre delante del toro en los San Fermines. Pero en este caso no hay peligro, en cuanto se aburren, dan un pequeño coletazo y dejan detrás al barco sin problemas.

Y como colofón, visitamos una colonia de pingüinos de Magallanes. Señor y señora Pingüino se turnan en la tarea de incubar los huevos y de ir a buscar alimento al mar. Es graciosísimo verlos caminar en comités hacia la playa o de vuelta hacia sus nidos tras la pesca, salir del nido un minuto a estirarse, rascarse la tripa, etc. Aunque estamos un poco decepcionados de no habernos encontrado al comando de la película Madagascar, y eso que escudriñamos el terreno de punta a punta.

Lo que más gracia me hizo fue ver a todos esos adultos (nosotros incluidos) volver a la infancia, encantados y entusiasmados, con los ojos brillantes y sonrisas de oreja a oreja en cuanto veíamos una ballena, un delfín, o unos pingüinos : “Hala!”, “Mira,mira, mira, mira !”, “Por ahí va!”, “Qué graciosos!”, “Olé !”... La verdad es que disfruté más que en Eurodisney.

La gente que visita la región se suele quedar a dormir en Puerto Madryn, la ciudad más turística de la zona (se supone que es la más bonita y además tiene playa). Pero nosotros nos quedamos en Trelew para ir al museo paleontológico de la ciudad. Las huellas que vimos en el parque cretácico de Sucre me despertaron la curiosidad y las ganas de ver también los huesos. No me puedo quejar, porque el museo tiene montones de fósiles de dinosaurios, mamíferos, reptiles, peces, trilobites y plantas que ocuparon Patagonia mucho antes de que Karim y yo decidiéramos darnos un garbeo por aquí. Me sentí como una hormiguita al lado de los huesos de las patas delanteras del dinosaurio más grande de América del Sur.

Y tras unos días observando la vida animal, estamos de nuevo en camino, rumbo a El Calafate, donde nos aguarda el glaciar Perito Moreno y un poco de senderismo al pie del cerro Fitz Roy, en el Parque Nacional de los Glaciares, antes de cruzar al lado chileno de la Patagonia, hacia el Parque Nacional de las Torres del Paine.

Bea