La tierra santa : al este del río Jordano.
De vuelta en Jordania, empezamos visitando Amman. Los edificios, que datan en su mayor parte de la última mitad del siglo XX, no tienen nada de particular. Lo que la salva es el color homogéneo de los barrios, que se extienden sobre varias colinas y le dan una cierta belleza de conjunto, así como algunos restos romanos esparcidos por la ciudad, de allá cuando el lugar se llamaba Filadelfia, que añaden al encanto. Es además el tipo de ciudad por el que me encanta callejear : recorriendo el centro uno pasa frente a una mezquita en la que los jornaleros esperan, útil en mano, que alguien venga a contratarlos, por puestos repletos de frutas frescas tentadoras o de frutos secos, por herboristerías, panaderías, pastelerías, molinos de café, carnicerías, barberías. En esta esquina se vende ropa interior sexy y mas allá trajes tradicionales y kefis, y entre el señor que vende esencias y el de la lotería hay un chiringuito donde tomar un zumo recién preparado, al lado de Hachem, un restaurante de barrio que es una institución del falafel y el humus.
Desde allí nos escapamos a Aqaba, al borde del mar rojo, donde fuimos a bucear por última vez. Digamos que los fondos marinos no son los de Indonesia, y había suficientes vasos y platos de plástico en el fondo del mar como para invitar a cenar a un regimiento. Disfrutamos más confundiéndonos en el ambiente playero nocturno, entre la gente paseando en camello por la playa o fumando narguile, los niños bañándose o el grupo de turistas de Omán, vestidos al modo tradicional del Golfo, soltándose la melena en el concierto de música folclórica, donde salieron a bailar con sables incluidos.
Desde allí hicimos una pequeña incursión en el desierto de Wadi Rum, por donde pasó Lawrence de Arabia y donde se rodó una de las películas de Indiana Jones. El paisaje es impresionante, aunque la supuesta noche tranquila bajo las estrellas terminó siendo noche fiestera porque era fin de semana y el campamento estaba lleno de gente de la capital que habían venido, ciertamente a ver el desierto, pero sobre todo a bailar y a papear.
La fiesta nos siguió hasta Petra, donde pasamos dos días paseando por lo que queda de la antigua ciudad nabatea y tres noches escuchando hasta altas horas la música de una boda vecina, sin contar con los muecines que, al igual que en Indonesia, se toman muy en serio su trabajo y despiertan hasta a los muertos cuando llaman a la oración matinal. En cuanto a la ciudad histórica de Petra, incluso hoy día uno puede imaginarse lo grandiosa que debió ser antes que un par de terremotos la devastaran y terminase abandonada de todos salvo algunos beduinos del lugar.
Los dos últimos días nos fuimos a Madaba, que está convenientemente situada entre el aeropuerto de Amman y el mar muerto. Se trata de la ciudad cristiana de Jordania, y cuenta con algunos restos de mosaicos e iglesias bizantinas, y bodas tan ruidosas como en Petra.
Desde allí hicimos una pequeña incursión en el desierto de Wadi Rum, por donde pasó Lawrence de Arabia y donde se rodó una de las películas de Indiana Jones. El paisaje es impresionante, aunque la supuesta noche tranquila bajo las estrellas terminó siendo noche fiestera porque era fin de semana y el campamento estaba lleno de gente de la capital que habían venido, ciertamente a ver el desierto, pero sobre todo a bailar y a papear.
La fiesta nos siguió hasta Petra, donde pasamos dos días paseando por lo que queda de la antigua ciudad nabatea y tres noches escuchando hasta altas horas la música de una boda vecina, sin contar con los muecines que, al igual que en Indonesia, se toman muy en serio su trabajo y despiertan hasta a los muertos cuando llaman a la oración matinal. En cuanto a la ciudad histórica de Petra, incluso hoy día uno puede imaginarse lo grandiosa que debió ser antes que un par de terremotos la devastaran y terminase abandonada de todos salvo algunos beduinos del lugar.
Los dos últimos días nos fuimos a Madaba, que está convenientemente situada entre el aeropuerto de Amman y el mar muerto. Se trata de la ciudad cristiana de Jordania, y cuenta con algunos restos de mosaicos e iglesias bizantinas, y bodas tan ruidosas como en Petra.
En cuanto al mar muerto, fue una experiencia genial bañarse en él. Uno se siente como un flotador : por más que quieras hundirte no lo consigues. Mejor que sea así, porque el agua está tan salada que si te entra en los ojos te pican como demonios y si te toca los labios tienes la impresión de estar chupando el líquido del interior de una pila. También aproveché para untarme de barro negro del mar muerto, que se supone tiene un montón de propiedades saludables y te deja la piel como la de un bebé.
En definitiva, aunque elegimos la parada en Jordania más por conveniencia que otra cosa, ha resultado ser una decisión sabia, la guinda del pastel de nuestro itinerario. A la vez sabiendo a casa, a solecito veraniego mediterráneo y tan diferente de ella.
Y ya estamos en el tren que nos acerca a Casablanca, tras dos días de viaje en un periplo de vuelta singular con escalas en Londres, donde aprovechamos para ver a Neil y Natasa, amigos de la época de Estrasburgo, y Marrakesh. Me costó convencer a Karim para que se subiera al avión en Amman, pero ahora esta como un niño con zapatos nuevos de volver a ver su país y a la familia.
Bea
En definitiva, aunque elegimos la parada en Jordania más por conveniencia que otra cosa, ha resultado ser una decisión sabia, la guinda del pastel de nuestro itinerario. A la vez sabiendo a casa, a solecito veraniego mediterráneo y tan diferente de ella.
Y ya estamos en el tren que nos acerca a Casablanca, tras dos días de viaje en un periplo de vuelta singular con escalas en Londres, donde aprovechamos para ver a Neil y Natasa, amigos de la época de Estrasburgo, y Marrakesh. Me costó convencer a Karim para que se subiera al avión en Amman, pero ahora esta como un niño con zapatos nuevos de volver a ver su país y a la familia.
Bea
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