Valparaíso - Santiago : 1-0
Dejamos Punta Arenas y las tierras australes rumbo al centro de Chile y habiendo alcanzado nuestro límite de tolerancia al mal tiempo. Tanto frío y tanto viento, sin contar con la lluvia y la nieve han sido demasiado para mí. Habiendo crecido en latitudes mucho más clementes, me cuesta creer que la gente pueda elegir de vivir en condiciones meteorológicas similares a las de un congelador.
Tras 3h30 de avión, una empanada y dos horas de autobús, llegamos a Valparaíso, que a primera vista da la impresión de un cruce entre el barrio alto de Lisboa, Montmartre y Malasaña. Son decenas de colinas, incrustadas de casas de miles de colores, que se abalanzan sobre el océano Pacífico. Es fantástico pasearse por sus calles tortuosas y empinadísimas y, de vez en cuando, subirse a alguno de los muchos funiculares, auténticas antigüedades, repartidos por la ciudad para disfrutar la experiencia y sobre todo economizar algo de aliento .
Valparaíso nos ha reconciliado con las ciudades, que a menudo en Patagonia y en Tierra de fuego no tienen mucho encanto y que, al igual que en las películas de cowboys, consisten en una calle principal donde el viento azota a los paseantes. En Valparaíso, cientos de pinturas murales adornan los muros de la ciudad dándole la apariencia de un cuerpo recubierto de tatuajes. La ciudad parece renacer de sus cenizas, ya que en el pasado fue una escala importante de los barcos que transitaban entre los océanos Atlántico y Pacífico, hasta que la apertura del canal de Panamá dio a pié con la prosperidad producto de las actividades marítimas (junto con el terremoto que se abatió sobre la región a principios del siglo XX).
Nuestra estancia en Valparaíso ha sido muy agradable. No se si será la nostalgia de mi ciudad natal Casablanca, pero con el paso del tiempo cada vez aprecio más llegar a una ciudad bañada por el mar, lo que no es el caso de nuestra próxima etapa.
Santiago está rodeada de montañas (¡sí, sí, otra vez los Andes!) que le dan aspecto de una fortaleza. En mi caso, me ha costado encontrarle el encanto a esta ciudad : demasiado moderna, con sus rascacielos, sus largas avenidas de 4 carriles en cada sentido, su metro, sus autobuses sin voceadores (los que, literalmente, van gritando los destinos a cada parada) y su barrio de Bellavista, que se supone es bohemio pero que en realidad tira a pijo más que a alternativo.
Aun así, los chilenos son gente adorable, entre los más simpáticos y majos que hemos encontrado en este continente (quitando la g... de la oficina de LAN en el aeropuerto de Santiago). Y Santiago es una ciudad muy viva, con sus punkis y otros pintas, sus puestos de 'mote con huesillos' (trigo cocido en una especie de almíbar de melocotón), o de 'completos' (perritos calientes con guacamole y crema fresca), sus actividades culturales (nos quedamos sin poder ir al concierto de Manu Chao por un día, ahhhhhhh!) y, muy importante, su buen tiempo.
Aunque nuestro próximo destino sigue siendo chileno, estaremos a más de 3500 km de continente. Estamos deseando llegar a Rapa Nui, más conocida como Isla de Pascua para decir 'iorana' a los moais.
Karim
Tras 3h30 de avión, una empanada y dos horas de autobús, llegamos a Valparaíso, que a primera vista da la impresión de un cruce entre el barrio alto de Lisboa, Montmartre y Malasaña. Son decenas de colinas, incrustadas de casas de miles de colores, que se abalanzan sobre el océano Pacífico. Es fantástico pasearse por sus calles tortuosas y empinadísimas y, de vez en cuando, subirse a alguno de los muchos funiculares, auténticas antigüedades, repartidos por la ciudad para disfrutar la experiencia y sobre todo economizar algo de aliento .
Valparaíso nos ha reconciliado con las ciudades, que a menudo en Patagonia y en Tierra de fuego no tienen mucho encanto y que, al igual que en las películas de cowboys, consisten en una calle principal donde el viento azota a los paseantes. En Valparaíso, cientos de pinturas murales adornan los muros de la ciudad dándole la apariencia de un cuerpo recubierto de tatuajes. La ciudad parece renacer de sus cenizas, ya que en el pasado fue una escala importante de los barcos que transitaban entre los océanos Atlántico y Pacífico, hasta que la apertura del canal de Panamá dio a pié con la prosperidad producto de las actividades marítimas (junto con el terremoto que se abatió sobre la región a principios del siglo XX).
Nuestra estancia en Valparaíso ha sido muy agradable. No se si será la nostalgia de mi ciudad natal Casablanca, pero con el paso del tiempo cada vez aprecio más llegar a una ciudad bañada por el mar, lo que no es el caso de nuestra próxima etapa.
Santiago está rodeada de montañas (¡sí, sí, otra vez los Andes!) que le dan aspecto de una fortaleza. En mi caso, me ha costado encontrarle el encanto a esta ciudad : demasiado moderna, con sus rascacielos, sus largas avenidas de 4 carriles en cada sentido, su metro, sus autobuses sin voceadores (los que, literalmente, van gritando los destinos a cada parada) y su barrio de Bellavista, que se supone es bohemio pero que en realidad tira a pijo más que a alternativo.
Aun así, los chilenos son gente adorable, entre los más simpáticos y majos que hemos encontrado en este continente (quitando la g... de la oficina de LAN en el aeropuerto de Santiago). Y Santiago es una ciudad muy viva, con sus punkis y otros pintas, sus puestos de 'mote con huesillos' (trigo cocido en una especie de almíbar de melocotón), o de 'completos' (perritos calientes con guacamole y crema fresca), sus actividades culturales (nos quedamos sin poder ir al concierto de Manu Chao por un día, ahhhhhhh!) y, muy importante, su buen tiempo.
Aunque nuestro próximo destino sigue siendo chileno, estaremos a más de 3500 km de continente. Estamos deseando llegar a Rapa Nui, más conocida como Isla de Pascua para decir 'iorana' a los moais.
Karim
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