¡ Síguenos !

La vuelta al mundo en más de 80 días.

¿ De qué habla este blog ?

Viajar y descubrir el mundo. Es lo que pretendemos hacer en 353 días y a través de una quincena de países. Este blog nos servirá para compartir esta experiencia a través de los artículos y fotos que publicaremos así como de vuestros comentarios.

¿ Dónde estamos hoy ?


. Tras casi un año de viaje, nos acostumbramos poco a poco a la vida sedentaria.



. .

Bienvenido al país de los Kiwis

Llegamos a Nueva Zelanda 2 días después de despegar, aunque el vuelo sólo durara 13 horas. ¿Viaje en el tiempo? No. Simplemente, sobrevolamos la línea internacional de cambio de fecha. A causa de ello, nos comimos el 28 de noviembre, a falta de podernos comer la ración de cordero que nos hubiera correspondido de haber estado en Marruecos (la fiesta del cordero ha sido el 28 de noviembre este año).


Los primeros días tras nuestra llegada, la comida, los carteles, la gente conduciendo por el lado izquierdo, el verdor, e incluso la meteorología, nos daban la impresión de estar en Gran Bretaña. Pero no tardamos en darnos cuenta de nuestro error cuando, al sacar dinero del cajero, nos encontramos con dólares neocelandeses en las manos, en vez de con libras esterlinas.

Pasamos los tres primeros días en Auckland, cosa de habituarnos al acento kiwi. Desde ahí, volamos a Christchurch, la más británica de las ciudades neocelandesas, desde donde nos lanzamos a descubrir los encantos de la isla del sur.

Las ciudades, excepto raras excepciones, no presentan demasiado interés. Quitando Auckland y sus suburbios, donde se aglutina la tercera parte de los 4 millones de habitantes del país, las poblaciones son de tamaño más bien modesto. Incluso la capital, Wellington, sólo tiene 200.000 habitantes. Y no es por falta de superficie, que es equivalente de la del Reino Unido. Una densidad de población tan baja hace cambiar la perspectiva de la gente : cuando aquí oyes que algo está atiborrado, a nosotros nos parece casi vacío.


La gente viene a Nueva Zelanda para admirar sus paisajes y para participar a las abundantes actividades al aire libre, como el senderismo, el kayak o la pesca. Como es complicadillo y bastante caro acceder a los lugares de interés en transporte en común, lo mejor es estar motorizado para realmente sacar provecho de lo que este país tiene que ofrecer. Es lo que hicimos nosotros, a bordo de Piolín, el mini-auto amarillo canario que nos asignó la compañía de alquiler de coches.

La isla del sur nos ha marcado por su belleza. Empezamos por el Monte Cook que desde sus 3700 metros de altura domina majestuosamente el centro de la isla. Luego, fuimos a visitar el fiordo de Milford Sound con sus brazos de agua de mar serpenteando entre montañas de paredes verticales salpicadas de cascadas. Abundan los lagos y los bosques de vegetación exuberante. La vegetación es aun más rica, al punto de convertirse en selva tropical, al atravesar la cordillera hacia la costa oeste, que es también la región más lluviosa de Nueva Zelanda. En pocas horas comprendimos porque hay tan poca gente viviendo en esta parte del país, y porque los billetes de banco están plastificados. Así es que no nos entretuvimos : entre chubascos, aguaceros y tormentas visitamos los glaciares y las formaciones de roca caliza y salimos pitando hacia Golden Bay, en la costa norte. Esta sabia decisión nos ha permitido de terminar nuestro viaje en la isla del sur bajo la caricia del sol y paseándonos por las playas vírgenes de agua turquesa, si bien tirando a fresca, del parque Abel Tasman.


La primera parte de nuestra estancia en Nueva Zelanda ha sido de lo más agradable gracias también a la amabilidad de los neocelandeses y a su desarrollada infraestructura turística. Los albergues juveniles, aunque orientados al viajero de bajo presupuesto, están sumamente bien equipados : incluso en varias ocasiones nos hemos asado carne en la barbacoa. No hay que olvidar que aquí estamos en pleno verano aunque Papa Noel asome las barbas por todas partes. Y hablando de alojamiento, nos hemos lanzado por primera vez a hacer couchsurfing y nos ha encantado : ahorro aparte, ha sido estupendo conocer y descubrir el estilo de vida de la gente del país, y nuestros anfitriones han sido tan abiertos y acogedores que en cada ocasión nos ha dado pena tener que despedirnos.

La única sorpresa ha sido no ver gente Maori, el pueblo de origen polinesio que habitaba el país a la llegada de los británicos. Quizás la isla del norte nos ofrecerá la ocasión de tropezarnos con alguno.

Karim