¡ Síguenos !

La vuelta al mundo en más de 80 días.

¿ De qué habla este blog ?

Viajar y descubrir el mundo. Es lo que pretendemos hacer en 353 días y a través de una quincena de países. Este blog nos servirá para compartir esta experiencia a través de los artículos y fotos que publicaremos así como de vuestros comentarios.

¿ Dónde estamos hoy ?


. Tras casi un año de viaje, nos acostumbramos poco a poco a la vida sedentaria.



. .

El Salar de Uyuni

Con nuestros super pilotos, Daniel y Helene, continuamos nuestra ruta a través de Bolivia, en dirección de Uyuni, cerca de la frontera con Chile. Necesitamos algo más de seis horas para recorrer los 250 kilómetros de carretera no asfaltada, en malísimo estado y con obras de punta a punta, que la convierten en una carrera de obstáculos. Pero finalmente nos acercarnos a nuestro objetivo y a una comidita que nuestros estómagos llevaban pidiendo desde hacía ya un buen rato.

¡Mala suerte! Cuando apenas nos faltaban 5 kilómetros para llegar, nos dimos de bruces con una de las formas de reivindicación más comunes en Bolivia, el bloqueo de carreteras. Allí estaban los camioneros de la región, impidiendo el paso en todas los caminos de entrada y salida del pueblo para exigir que el transporte de minerales de la mina de un pueblo vecino se haga en parte por carretera y no sólo por vía férrea.

Tras dos horas de espera y tras perder toda esperanza de que el conflicto se terminase antes de caer la noche, decidimos, con otros coches privados en la misma situación, formar un convoy y cortar campo a través. Llegamos pues por fin al centro de Uyuni hacia la hora de la cena, donde descubrimos otro bloqueo, esta vez de taxis, que también tenían sus motivos de protesta.

Al día siguiente, menos de 48 horas después del comienzo de bloqueo, en el pueblo se respiraba un ambiente de ciudad sitiada : los hoteles llenos hasta la bandera, los turistas desesperados por encontrar un medio de poder continuar su viaje o, como nosotros, de comenzar la visita del salar (el pueblo en sí mismo tiene poco interés). La verdad es que en este segundo día, la mayoría de las agencias simplemente habían adelantado las salidas y escapado el bloqueo aprovechando la oscuridad de la noche. Pero como los camiones cisterna no podían entrar al pueblo, no quedaba mucha gasolina, con lo que las salidas al tercer día de huelga no estaban aseguradas (los últimos litros se cotizaban a precio de oro en el mercado negro). Por suerte, tras rebuscar, encontramos una agencia que tenía algo de gasolina y al día siguiente pudimos salir a descubrir lo que, según todos las guías de viaje, no hay que irse de Bolivia sin ver.

La visita de los alrededores de Uyuni se hace en todo terreno, atravesando en varias jornadas extensiones de alta montaña en las que no siempre hay caminos y casi nunca indicaciones de dirección. En tales condiciones, las suspensiones de los coches duran menos que un gusano en medio de un gallinero. Por eso es mejor pasar por una agencia, en las que los conductores saben por donde ir y, en añadidura, donde hay que dar la patada al coche para que vuelva a funcionar cuando se para. Esos días en medio de la casi nada te permiten ver paisajes desérticos impresionantes.

Para empezar, en las afueras de Uyuni se encuentra ubicado el salar más grande del mundo. La región, que estuvo cubierta por el océano Atlántico, se convirtió en un lago cuando los Andes comenzaron a formarse. Hace unos 10.000 años, el agua se acabó de evaporar dejando tras de sí un mar de sal blanca del que, cuando estás en el medio, la vista no abarca a ver el fin. Algunas islas cortan de vez en cuando la monotonía del paisaje, los restos de corales pegados sobre las rocas delatando que en algún tiempo pasado la isla estuvo sumergida.

En uno de los hoteles construidos con bloques de sal que se encuentran en las afueras del salar, y donde pasamos la primera noche, nos cruzamos por tercera vez con Sophie y Philippe, una pareja de belgas nostálgica de las patatas fritas de su tierra (las mejores del mundo, parece ser) y que está dando una vuelta al mundo en sentido inverso al nuestro. Nos los habíamos encontrado por primera vez en el Machu Pichu, y después en el hostal de Sucre. Es alucinante la cantidad de personas con las que nos hemos vuelto a cruzar en Bolivia, como una pareja de ingleses que estaban en el mismo hostal que nosotros en Arequipa, y que nos encontramos al visitar el Parque Cretácico de Sucre. El mundo, y más si cabe el 'Gringo Trail' de sudamérica es un pañuelo :).

Pero volvamos a nuestra expedición por una de las regiones más hostiles a la vida. Tras el salar, se recorren varias lagunas saladas de colores variados : blanco, verde, azul, rojo … y donde viven miles de flamencos rosas soportando estoicamente las duras condiciones climáticas: fuertes vientos, temperaturas bajo cero la noche y calor durante el día. Se pasa a través de desiertos en los que el viento ha erosionado las rocas hasta darles formas surrealistas. Hay volcanes, uno de los cuales sigue escupiendo humo y azufre. Y paisajes de montañas peladas prácticamente de vegetación, pero animados por algunos cerros que arbolan todo un abanico tonos minerales yendo desde el blanco al ocre, pasando por el amarillo, anaranjado, el rojizo o el verde claro. ¡ Qué guapricioso !

Se pasa a través de una zona de géiseres, con su agua barrosa borboteando y con un olor a huevo podrido que se te clava en las mucosas nasales y que, junto el frío intenso, es lo mejor para acabar de despertarte tras haberte levantado a las 4:30 de la mañana. Menos mal que unos kilómetros después te puedes bañar en una alberquita de aguas termales construida en medio de la pampa donde uno puede descongelarse los dedos de las manos y de los pies. Eso sí, hay que ser rápido en vestirse al salir, o se pierde todo lo ganado. La verdad es que viendo el frío que hace ahí arriba a principios de primavera, no me puedo ni imaginar como será la visita en pleno invierno, cuando las temperaturas alcanzan los menos 20 grados.

Tras tres días llenándonos los ojos de imágenes y madrugando de lo lindo (entre las famosas 4h30 y las 6h30) dijimos adiós a Helene y Daniel, que volvían a Uyuni a recoger su coche, mientras que nosotros continuamos hasta San Pedro de Atacama en Chile, otro pueblecito turístico, aunque con más encanto que Uyuni, y alrededor del cual no faltan ni géiseres, ni desiérticos paisajes lunares, ni salares. Pero en vista de los precios desorbitantes, sobre todo para alguien recién llegado de Bolivia, sólo nos quedamos dos días, el tiempo de esperar la salida del primer autobús en dirección de Salta al norte de Argentina. Esta paradita nos brindó otra ocasión de comer con nuestra pareja de belgas preferida (eso sí, sin patatas fritas en el menú) que también estaban de paso en San Pedro.

Bea