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La vuelta al mundo en más de 80 días.

¿ De qué habla este blog ?

Viajar y descubrir el mundo. Es lo que pretendemos hacer en 353 días y a través de una quincena de países. Este blog nos servirá para compartir esta experiencia a través de los artículos y fotos que publicaremos así como de vuestros comentarios.

¿ Dónde estamos hoy ?


. Tras casi un año de viaje, nos acostumbramos poco a poco a la vida sedentaria.



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Lugares visitados en Indonesia



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Fotos : Indonesia : Bali, Komodo, Flores

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Indonesia : Bali, Komodo, Flores

Indonesia : Flores y Bali

Nos alegramos de irnos de Sanur, estación balnearia repleta de australianos de 50 años para arriba que vienen a hacer lo mismo que harían en su país, pero en menos caro y sin el incordio de los cocodrilos y las medusas.


Labuanbajo, nuestro cuartel general durante la semana que pasamos en la isla de Flores, fue más de nuestro gusto. Aunque hay algunos hoteles y restaurantes orientados a la clientela extranjera, no tiene regusto de central turística. Lo que sí tiene es alguna que otra cabra y bastantes pollos que andan sueltos por las calles sorteando el tráfico de peatones, motos y coches. El encanto del pueblo en sí mismo es limitado, pero el ambiente es simpático y el paisaje impresionante : las casas se extienden al pie de una bahía paradisíaca salpicada de islotes y por la ladera del monte que le da la espalda. Contemplar la puesta de sol desde el balcón de nuestra habitación se convirtió en una costumbre cotidiana.

Pero la verdadera atracción de la región es el parque nacional de Komodo, conocido por sus dragones y sus fondos marinos, que se llevan la palma de oro de nuestra carrera subacuática desbancando a Sipadan y a la gran barrera de coral. El buceo aquí no es para principiantes, ya que hay bastantes corrientes que a veces le dan a uno la impresión de estar en una lavadora : es la primera vez que he visto las burbujas, en vez de subir hacia arriba, ir horizontales para terminar bajando en vertical. Incluso los enormes napoleones, que de costumbre nadan de manera plácida, parecían luchar por mantener la flotabilidad. Fue mejor que estar en un acuario : no paramos de ver tiburones, tortugas, águila de mar , atunes, barracudas y, guinda sobre el pastel, una manta raya que se dio una vuelta al ruedo delante de nuestras narices y de nuestros ojos, abiertos como platos.


Tampoco nos decepcionaron los lagartos, que nos esperaban al desembarcar sobre la vecina isla de Rinca. Evidentemente no estaban allí en anticipación de nuestra llegada, sino atraídos por los olores de la cocina de los guardas del parque nacional. Nos recordaron a las iguanas que habíamos visto en las Galápagos, pero en tamaño XXXL (pueden llegar a medir hasta tres metros). Pero a pesar de su apariencia inocua guardamos las distancias ya que, al contrario de sus primas del otro lado del Pacífico, los dragones de Komodo no son vegetarianos y, viendo en tí una fuente de proteínas, pueden atacar e inocularte con veneno. Un búfalo, tras un mordisco, sufre unos 15 días hasta que muere, tiempo durante el cual el dragón no le quita ojo de encima.

Dejamos la isla de Flores con las baterías recargadas y arrepintiéndonos de no habernos quedado más tiempo para explorar la isla. Habíamos barajado la posibilidad de volver a Bali por vía terrestre y marítima pero, nuestros ardores aventureros algo enfriados por el trayecto extenuante entre Java y Bali (ver artículo anterior), decidimos tomar el avión para reducir el tiempo de viaje de tres días a una hora. Aunque casi todas las compañías aéreas del país están en la lista negra no hay punto de comparación.

Cuando estaba en el instituto el body-board estaba de moda entre mis amigos. De vez en cuando íbamos a practicar a la playa de Casablanca, tras lo cual nos sentábamos a comentar las olas del día y fardar de las figuras que cada uno había (o pensaba haber) hecho, mientras ojeábamos revistas de surf. Las mejores fotos solían ser de Bali, lo que me despertó las ganas de ir algún día. Por aquel entonces, como los surferos de las fotos eran rubios y con pinta occidental, yo pensaba que Bali era una ciudad australiana o americana. ¡Qué corte cuando me enteré que es una isla de Indonesia!.



Por desgracia, Bali esta lejos del paraíso que me imaginaba. El tráfico y el asfalto ahogan el sur de la isla. La ausencia de transporte en común te hace dependiente de los coches con chófer y te limita al “gringo trail”. Alquilar una moto fue la solución perfecta, por el módico precio de 3,5 euros al día tras un poco de negociación para poder salir de los caminos trazados. Tras aprovechar un poco de las actividades culturales de Ubud, dejamos las mochilas grandes en el hotel y nos fuimos a recorrer la isla durante 8 días. En la costa este, buceamos e hicimos esnórkel. Por los alrededores del lago Bratan, en el centro de la isla, pasamos por unos parajes de aspecto neo-zelandés y, de vuelta en el sur de la isla, fuimos al visitadísimo templo de Tanah Lot.

Fue interesante pasearse por el interior y por la costa : vimos desfilar paisajes, dimos con gente maja y descubrimos la cultura hindú única de la isla. Como el resto de Indonesia, Bali no se libra fácilmente : hay que rascar un poco la superficie para descubrir la belleza que ésta encubre.


Nos vamos de Indonesia con un sentimiento agridulce. Es cierto que el país cuenta con perlas raras y ofrece un auténtico cambio de aires, pero también hay que andarse con mil ojos para que no te engañen como a un chino. Si eres un turista te pedirán entre el doble y diez veces más que a un local por la misma cosa. Aunque todo se haga con una sonrisa, comprar cualquier cosa, incluso una banana o una botella de agua se convierte rápidamente en un pulso.

Cerramos así el capítulo Asia del sudeste de este viaje. Es una zona del mundo que no nos ha vuelto tan locos como hicieron India o América del sur, pero seguramente volveremos para bucear y quizás para visitar zonas menos turísticas. Volamos ahora rumbo hacia medio oriente, última etapa de este viaje que, dentro de 15 días, será historia.

Karim

Fotos : Indonesia : Java

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Indonesia - Java

Indonesia : Java y algo de Bali.

Llegamos por fin a Indonesia, amasijo de 18000 islas tropicales de nombres evocadores como Java, Sumatra o Bali, y que se extiende también por gran parte de Borneo, Timor y Papúa. Aunque visto en el mapa del mundo, emparedado entre los continentes asiático y australiano, siempre me pareció un país pequeño, lo cierto es que recorrer de punta a punta el territorio equivale a una travesía del del Océano Atlántico.


Otro dato curioso es que es el país con más musulmanes del mundo : alrededor del 85% de sus 230 millones de habitantes profesan esta confesión. Para dar servicio a tanto fiel, los almuecines se desgañitan llamando a la oración desde antes del amanecer. El tonillo, diferente del que se estila en Marruecos, me recuerda muchísimo al cante hondo y tiene su encanto, aunque no faltan los aspirantes a Camarón que suenan como la Pantojita y hay veces que la megafonía distorsiona los sonidos y te despiertas en tu hotel en plena noche oyendo unos quejidos fantasmagóricos que te ponen los pelos de punta.


Como decíamos en el artículo precedente, a las 2 de la mañana del día que nos íbamos a Indonesia descubrimos que a nuestro anfitrión de Jakarta le había surgido un imprevisto y no podía acogernos. Aun así tuvimos suerte porque, en cuanto vimos el e-mail, escribimos a otras dos personas de esta ciudad que habían aceptado recibirnos, y a pesar de la hora tardía una de ellas nos respondió al poquito invitándonos a venir a su casa.

Vari y Rangga, nuestros nuevos anfitriones, fueron la alegría de la huerta de nuestro paso por la capital. Son una pareja muy simpática con la que pasamos buenos ratos charlando y con la que fuimos a ver Tekken a un cine situado, como no podía ser menos, en un centro comercial. Parece ser que estos últimos son los lugares de recreo predilectos de los jakartenses. Claro que en una ciudad tan falta de encanto, en la que ir a comprar un billete de tren nos llevó seis horas en transporte público (eso que sólo había un cambio y que ni siquiera era hora punta) y donde tras tres horas de lluvia corría mas agua por las calles que en el Tajo a su paso por Talavera, es casi normal que uno prefiera salir en un sitio cerrado, con parking y con una variada oferta en términos de diversión. Tras nuestro breve paso por esta ciudad, que al final apenas visitamos, comprendemos porque no forma parte de los itinerarios turísticos.

Yogyakarta nos reconcilió con la isla de Java. La bici que nos prestó el hotel fue el medio de transporte perfecto para deambular por esta ciudad, plana como los pancakes de banana del desayuno. Pero lo más impresionante se encuentra en los alrededores : Borobudur y Prambanan, templos budista e hindú respectivamente, que datan de la época pre-musulmana y son, para mi gusto, no sólo los templos antiguos más impresionantes de Indonesia, sino de todos los países del sudeste asiático que hemos incluido en nuestro recorrido.


El viaje en tren a Yogya, si bien largo, fue cómodo. Lo que perdimos en confort en los dos días de trayecto hasta Bali lo ganamos en «autenticidad», especialmente el segundo día en que viajamos en un autobús lleno de locales fumando, con los vendedores ambulantes subiendo en cada parada y que casi capituló en camino (por suerte todo se quedó en un coma temporal del que el bicho despertó tras trasplantarle una pieza). Entre tanda y tanda de autobús nos acercamos a ver amanecer desde el volcán Bromo. La caminata en la oscuridad hasta el borde del cráter nos permitió echarle un ojo a la fumarola y disfrutar de un paisaje matinal cargado de misticismo al que los bulliciosos grupos de estudiantes indonesios conferían una nota festiva. En este país hemos descubierto como se sienten los ricos y famosos : 1 millón de rupias vienen a ser 90 euros, así es que uno saca y gasta millones como si nada, y cada dos por tres un grupo de chicas, jóvenes o una familia se te acerca con un «Hello Mister!, Hello Miss!» y piden hacerse una foto contigo (el extranjero de turno).


En nuestra primera parada en Bali nos aparcamos unos días en Sanur, a la espera de nuestro vuelo hacia la isla de Flores. Sanur es una estación balnearia que, como todo el sur de la isla, es un gueto turístico en el que pululan australianos y holandeses que vienen a pasar sus vacaciones entre hoteles y restaurantes «chic» con precios desorbitantes respecto al nivel de vida del país. Una oferta contra la que no tenemos nada, pero que no pega con lo que buscamos en este viaje. Nos costó, pero a fuerza de patear el pueblo, terminamos por encontrar una callecita con comedores de precios, platos y clientela local, donde chapurreando entre inglés e indonesio nos sentamos tan felices a comer tofu y pollo bañados en uno de esos currys que pican tanto que te hacen llorar. Y para postre dimos con un templo que el pueblo usa como centro cultural donde pasaban los partidos del mundial en una pantalla gigante. A los indonesios les encanta el fútbol : Cristiano Ronaldo, Messi y Torres son héroes no nacionales y hasta el jefe-alcalde del pueblo vino a ver el partido España-Suiza con una camiseta de la selección española. Se lo pasan en grande durante los partidos, jaleando las mejores jugadas y apostando sobre el resultado con el vecino.

Pero dejamos la exploración propiamente dicha de Bali para la vuelta de la isla de Flores, donde vamos a pasar una semanita buceando en el parque nacional de Komodo y viendo los dragones que lo habitan.

Bea.

Lugares visitados en Malasia



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Fotos : Singapur

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Singapore