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La vuelta al mundo en más de 80 días.

¿ De qué habla este blog ?

Viajar y descubrir el mundo. Es lo que pretendemos hacer en 353 días y a través de una quincena de países. Este blog nos servirá para compartir esta experiencia a través de los artículos y fotos que publicaremos así como de vuestros comentarios.

¿ Dónde estamos hoy ?


. Tras casi un año de viaje, nos acostumbramos poco a poco a la vida sedentaria.



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Las Filipinas : primeros pasos en el sudeste asiático

Aunque los paisajes magníficos de Nueva Zelanda y la abundancia de vida salvaje en Australia nos han encantado, se trata de países muy occidentales y anglosajones : muy limpios, muy organizados y muy reglamentados. Hacia el final de nuestro paso por Australia, empezábamos a echar de menos los colores, la animación y la espontaneidad típica de América del sur.

Estábamos de suerte porque, en unas pocas horas de vuelo, el panorama cambió radicalmente : pasamos de los 21 millones de habitantes repartidos en todo el territorio australiano a los 11 millones que se aglutinan en Manila, de un lugar de casas y jardines cuidadísimos al reinado de la chapuza y el descuido, de los autobuses urbanos de Sydney a los jeepneys y a los triciclos decorados al gusto del propietario (cuanto más originales y cantosos mejor) y de los gritos de las cacatúas al canto de los gallos (sonido que nos ha perseguido por todas partes, incluso en el aeropuerto y en los ferrys, donde los gallos de combate viajan en cajas de cartón individuales).


Las Filipinas es un archipiélago compuesto de unas 7000 islas. Habiendo decidido dejar Manila para el final, comenzamos nuestra visita del país buceando en los arrecifes de coral de la isla Apo. De allí bogamos hacia la isla de Bohol para admirar un curioso relieve de colinas bautizado “Chocolate Hills” y para ver el primate más pequeño del mundo, el tarsero (no más grande que la palma de la mano y que parece de manera sospechosa al personaje del Yoda). También aprovechamos la estancia en la isla para pasar unos días en la jungla, en la rivera del río Loboc. A continuación, le llegó el turno a la región de Bicol, donde fuimos a nadar con los tiburones-ballena y a ver humear el volcán Mayon, que tan sólo unas semanas antes de nuestra llegada estaba, de nuevo, regurgitando lava.


Las ciudades son más bien feas, pero son muy animadas y una mina de contrastes : centros comerciales modernos, mercados populares paupérrimos llenos de colorido, centros de belleza y masaje, puestecillos de mercaderías variadas y en ciertos casos de dudoso gusto (como los que se especializan en estatuas religiosas de plástico tamaño muñeca pepona), cadenas de comida rápida, puestos de chucherías, iglesias de fachadas desgastadas e interiores famélicos pero muy frecuentadas y anuncios de bares de alterne en la cadena destinada a promocionar la ciudad.


Creyendo llegar al primer país donde no nos íbamos a enterar de la misa la media, nos ha sorprendido encontrarnos con que todo el mundo habla inglés. Hasta los carteles están escritos mayoritariamente en este idioma, tanto en las ciudades como en los pueblos perdidos. La población, de piel broceada y ojos almendrados, es muy sonriente y madrugadora. En uno de los pueblos donde dormimos, los niños ya estaban en el cole apenas pasadas las siete, y se juzga que las 6 de la mañana es suficientemente tarde para escuchar pop-rock a un volumen suficiente como para que lo escuche todo el pueblo.

Se trata también de un país relativamente barato, en el que la gente en general es honesta y no busca engatusar a los turistas, donde no nos hemos sentido acosados, y donde a pesar de la estrechez económica de gran parte de la población y del número de considerable de armas en circulación, uno puede deambular sin la paranoia de ciertas zonas de Sudamérica.

En definitiva, las Filipinas nos están permitiendo aterrizar suavemente en Asia, y la experiencia se anuncia prometedora.

Bea

Lugares visitados en Australia





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Fotos : Australia : La costa este

Haz click en la imagen para acceder a las fotos que tomamos en la costa este de Australia :

Australia - East Coast

'Apatrullando' la costa este australiana

En contraste con mi idea de Australia como un país seco y bastante desértico, el clima en Cairns, adonde volamos desde Melbourne, es tropical : no faltan ni el calor húmedo agobiante, ni los chaparrones sorpresa ni, no podía ser menos, los mosquitos. Al organizar el viaje nos habíamos preparado mentalmente para que éstos nos acribillaran en ciertas zonas de Asia y América del sur, pero por el momento es en Australia donde nos han dejado con más agujeros que un colador.

Nos quedamos en Cairns unos días durante los que nos hinchamos a comer frutas tropicales, aprovechando que por una vez estaban tiradas de precio, y fuimos a bucear a la gran barrera de coral. La suerte nos sonrió, porque aunque llovió a cántaros la mitad del tiempo, el día que salimos a bucear lucía el sol y se apreciaban bien los colores de los corales.


Volvimos encantados y no esperábamos encontrar nada mejor términos de buceo. Pero algo más al sur, buceamos en los restos del Yongala, un barco que naufragó en 1911, y todavía no salimos de asombro. Siempre he asociado los restos de un naufragio con un montón de hierros oxidados. En este caso, en los casi 100 años que lleva en el fondo del mar, la chatarra se ido cubriendo de coral y es el hábitat de al menos un millón de peces, o esa es la impresión que uno recibe al ser rodeado por nube tras nube de pececillos de colores. E igual de impresionante es la cantidad de peces grandes que se ven, más que en la treintena de veces que he buceado juntas : serpientes marinas, tortugas, rayas, atunes, barracudas e incluso un mero que debe ir ya para tatarabuelo y tiene el tamaño de un Renault Twingo. El único momento malo fue cuando ya volviendo a la superficie, durante la parada de descompresión, a una de las instructoras le picó una medusa urukandji, una de las más peligrosas y dolorosas, y hubo que evacuarla de urgencia al hospital.

De nuevo a bordo de un campervan, continuamos bordeando la costa en dirección sur, conduciendo a través de bosques y de plantaciones de caña de azúcar, de mangos y de bananas. Nos desviamos para ir a ver ornitorrincos, dormir, hacer picnic o remojarnos en los arroyos (la guinda del pastel, donde no corríamos riesgo de terminar siendo la merienda de un cocodrilo) de este o aquel parque nacional. Y cambiamos las cuatro ruedas por un barco en un par de ocasiones para ir a visitar las Whitsundays y Fraser Island, para intentar ver y comprender ese 'algo' que hace que todo el mundo hable maravillas de ellas.

Llegamos por fin a Brisbane, la capital del estado de Queensland. Una ciudad bastante animada que, como las demás ciudades australianas grandes que hemos visitado, tiene el centro histórico salpicado de edificios antiguos incrustados entre los rascacielos. Nos ha gustado pasearnos por ella a pié y a bordo de los ferrys que recorren el río. Y para quitarme la espinita de no haber ido a Tasmania, nos fuimos a un zoo para ver un demonio de Tasmania vivito y coleando. Ya me puedo morir tranquila :).

Tras más de dos mil kilómetros recorridos desde que salimos de Cairns y todavía a mil de Sydney, nos dimos cuenta que habíamos subestimado las distancias en este país así como el tiempo que se tarda en recorrerlas. Con sólo 6 días para devolver la furgoneta, decidimos olvidarnos del norte del estado de New South Wales e irnos directamente a las Blue Mountains, al oeste de Sydney, donde pasamos lo que nos quedaba de tiempo visitando los puntos de interés y haciendo senderismo.


Y aquí estamos, preparándonos para despegar hacia las Filipinas mañana, tras una semanita en este lugar tan lleno de encanto que es Sydney. Nos alegramos de haber dejado esta ciudad para el final, porque creemos que las otras megalópolis australianas habrían perdido color tras el glamour de Sydney. Ha sido una gozada tener una semana entera para descansar de la tanda de días al volante y para para poder visitar la ciudad sin estrés, un trocito cada día.

Bea.